Al ser humano le encanta eso de “dejar huella”. Hacer algo que se recuerde para siempre. Demostrar a las futuras generaciones que ahí, antes, ya ha habido alguien.
Pero cuando hablamos de la naturaleza, de nuestras zonas verdes, de nuestro entorno… la mejor huella que podemos dejar es no dejar huella. Ir de vacaciones a la playa, disfrutar de la arena y del agua salada, volver y que nadie pueda saber que hemos estado allí, porque ninguna colilla, ninguna bolsa de plástico ni ninguna lata ha acabado en el mar. Ir a pasear a la montaña, divertirnos, hacer deporte, volver y que nadie pueda saber que hemos estado allí, porque el papel de aluminio de nuestra comida vuelve a casa en la mochila. Ir al parque con nuestros hijos, pasar tiempo de calidad jugando en familia, volver y que nadie pueda saber que hemos estado allí, porque hemos cuidado las plantas y a los animales.
Y tu, ¿te animas a no dejar huella en la naturaleza? Seguro que las futuras generaciones nos lo agradecerán.